Crónicas urbanas

Cinco “super-habilidades” que desarrollás al buscar casa en Londres

FullSizeRender“Nos acaba de entrar un departamento que es perfecto para vos,” dijo una voz neurótica del otro lado del teléfono.

“Que bien, contáme más,” pregunté, con el entusiasmo (y la desconfianza) de quien ya ha invertido demasiadas horas en la búsqueda de un techo.

“Te lo juro, es perfecto, perfecto!” repetía, como si “perfecto” fuera el único adjetivo disponible en el diccionario.

“¿Cómo es?,” insistí.

“Ah yo no lo vi, pero te juro que es perfecto!”

Desde que el chico de la inmobiliaria dijo “hola jose”, como si me conociera ya sabía que lo que me iba a ofrecer no iba a tener nada en común con los que busco.

Es que encontrar casa en una ciudad tan especial como ésta, donde los autos andan por el “otro” lado de la calle y el mercado inmobiliario tiene un valor similar al producto bruto interno de México, Argentina y Colombia sumados es tan complicado que casi sin darte cuenta lográs desarrollar una serie de sorprendentes habilidades:

  1. Aprendés a hablar “inmobiliaria” fluidamente

Casi milagrosamente, a los pocos días de emprender la búsqueda de ese lugar al que llamar “hogar”, te convertís en un perfecto traductor del particular idioma de las inmobiliarias, en el que “acogedor” significa “diminuto”; “necesidad de actualización” es “hay que tirar todo abajo y empezar de nuevo”; “bien conectado” es una forma de decir “está tan lejos de la civilización que si no tenés auto estás perdido” y “hay que verlo” es sinónimo de “estas fotos que publicamos no tienen nada que ver con la realidad. Por lo tanto mejor, vení a verlo, así le podemos decir a los dueños que nos estamos moviendo”.

  1. Desarrollas una increíble capacidad para “exagerar la verdad” casi tan grande como la de los agentes inmobiliarios

Al quinto día de comenzada la búsqueda, y casi sin darte cuenta comenzás a mentir sin piedad a los agentes inmobiliarios sobre la cantidad de departamentos que viste y te gustaron (parte de la estrategia para que crean que no estás tan interesado en lo que te están ofreciendo) y siempre, siempre, les decís que tu presupuesto máximo es de un 10% menos de lo que en realidad es.

  1. Dejas de creer todo lo que ves en la tele

Y te das cuenta que los programas en donde una pareja de “expertos” consigue que una familia perfecta compre el departamento perfecto por mucho menos del dinero que tenían pensado gastar — y que todo pase casi sin estrés — es una mentira monumental que sólo puede pasar de aquel lado de la pantalla – y que cualquier intento de copiar lo que pasa allá en el mundo real es una absurda estupidez.

  1. Desarrollás una particular capacidad visual para ver la realidad detrás de las fotos de los avisos

Aun cuando no podes decir tu propia altura en otra unidad de medida que no sea la métrica, entendés perfectamente que un living de siete por siete “pies” no es “acogedor” sino diminuto.

Y, casi mágicamente, perfeccionás tu capacidad para filtrar el photoshop de las imágenes que las inmobiliarias publican sobre los departamentos en oferta y lográs ver las imperfecciones en las paredes, el tamaño real de los ambientes y entendés que la falta de fotos sólo puede significar que hay algo que no quieren que veas.

  1. Te convertís en un negociador implacable – pero diplomático

Debería ser simple: Querés comprar algo, haces una oferta, quien es dueño de eso la acepta o no. Caso cerrado. Pero no. Acá el proceso de compra consiste en una seguidilla enfermiza de ofertas y contraofertas que involucra discusiones de muchas palabras de más en las que tenés que convencer a quien te vende no sólo que tenés el dinero sino que sos una persona confiable que va a cuidar de un departamento que en pocos meses ya no será de ellos.

  1. Y, finalmente, abrís los ojos … y te sentís un idiota

Porque mientras vos buscas ese lugar al que querés llamar hogar, en el país con la quinta mayor economía del mundo, casi 30,000 personas pierden su casa cada año por no poder pagar las cuotas hipotecarias y cada 12 meses más de 50,000 familias son desalojadas de las casas que alquilan y 2,000 terminan durmiendo en la calle.

Más sobre eso en el próximo blog.

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